Tras unos días en tierras rumanas, finalmente nos hemos adaptado a su geografía real, la que hace que veinte kilómetros sean realmente como cien. Nos ha costado, a pesar de venir con un idea aproximada. Tanto es así, que una de estos días, perdidos entre montañas y ante la previsión de llegada al hotel a eso del amanecer, decidimos hacer noche en el primer lugar que encontramos.
Y es que a pesar de esta señal, que por lo visto ha levantado grandes polvaredas entre la población rural:
lo habitual es encontrar esta escena cada pocos metros:
Aunque estos son tan sólo las más llevaderas sorpresas de las carreteras rumanas. Obras, ganado, pueblo tras pueblo, vendedores de frambuesas, miel, sandías, artesanía, autoestopistas... Afortunadamente la conducción es buena, lo que habla muy bien de la paciencia de los rumanos.
Ayer nos vimos rodeados por un rebaño de estos animalitos, que como se ve tienen prioridad de paso...
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