miércoles, 1 de agosto de 2012

Sighisoara. La ciudadela







Si los sajones fortificaron sus iglesias en los pueblos más pequeños, en las ciudades construyeron desde el inicio amplias ciudadelas fortificadas, diseñadas para resistir a enemigos más poderosos, atraídos por botines más apetecibles.






La fortaleza más notable es la de Sighisoara (Schässburg en alemán, algo así como "ciudad sajona"). Su interior guarda una colección de ajados edificios históricos, iglesias congeladas en el tiempo, una escalera cuabierta del siglo XIII y un buen puñado de hoteles, cafés y tenderetes. Muchos de ellos con alguna alusión al hijo más célebre de la ciudad, un héroe local en la lucha contra los turcos llamado Vlad Tepes, más conocido mundialmente como Drácula. Por fortuna estas tierras no se ha perdido definitivamente al mito, y su recuerdo está más ligado a su papel de defensor de la nación que a la tentadora imagen atrapaturistas.



Transilvania. Las iglesias fortificadas


"Tras los bosques", nombre otorgado por los alemanes a esta región donde se desplazaron miles de colonos,  en buena parte comerciantes a partir del siglo XII. Los bosques siguen aquí, rodeando la meseta transilvana y cubriendo la gran cantidad de cordilleras tributarias de los Cárpatos. Los alemanes, sin embargo, se han ido casi todos tras la la caída del comunismo (por lo visto las minorías no rumanas no eran muy aceptadas por el régimen, y en cuanto se abrieron las fronteras, se fueron con la ayuda de la República Federal de Alemania).

Pero además del nombre, los sajones han dejado sus magníficas iglesias fortificadas salpicando la campiña, entre viñedos y campos de cultivo. El imperio los trajo aquí como parapeto contra las invasiones del este, y la última de ellas, la de los turcos, impulso la construcción de gruesas murallas alrededor de las iglesias de cada pueblo, también reforzadas. En su interior, graneros, almacenes y todo lo necesario para aguantar un asedio prolongado.



Aunque ya no hay parroquianos, su interior aún recuerda las numerosas comunidades sajonas protestantes que hasta hace una generación mantenían una identidad asediada, entre una población rumana mayoritaria, y durante siglos, bajo condiciones serviles frente a los prósperos comerciantes germanos.


Inmersión rumana



Tras unos días en tierras rumanas, finalmente nos hemos adaptado a su geografía real, la que hace que veinte kilómetros sean realmente como cien. Nos ha costado, a pesar de venir con un idea aproximada. Tanto es así, que una de estos días, perdidos entre montañas y ante la previsión de llegada al hotel a eso del amanecer, decidimos hacer noche en el primer lugar que encontramos.

Y es que a pesar de esta señal, que por lo visto ha levantado grandes polvaredas entre la población rural:


lo habitual es encontrar esta escena cada pocos metros:



Aunque estos son tan sólo las más llevaderas sorpresas de las carreteras rumanas. Obras, ganado, pueblo tras pueblo, vendedores de frambuesas, miel, sandías, artesanía, autoestopistas... Afortunadamente la conducción es buena, lo que habla muy bien de la paciencia de los rumanos.

Ayer nos vimos rodeados por un rebaño de estos animalitos, que como se ve tienen prioridad de paso...