Si los sajones fortificaron sus iglesias en los pueblos más pequeños, en las ciudades construyeron desde el inicio amplias ciudadelas fortificadas, diseñadas para resistir a enemigos más poderosos, atraídos por botines más apetecibles.
La fortaleza más notable es la de Sighisoara (Schässburg en alemán, algo así como "ciudad sajona"). Su interior guarda una colección de ajados edificios históricos, iglesias congeladas en el tiempo, una escalera cuabierta del siglo XIII y un buen puñado de hoteles, cafés y tenderetes. Muchos de ellos con alguna alusión al hijo más célebre de la ciudad, un héroe local en la lucha contra los turcos llamado Vlad Tepes, más conocido mundialmente como Drácula. Por fortuna estas tierras no se ha perdido definitivamente al mito, y su recuerdo está más ligado a su papel de defensor de la nación que a la tentadora imagen atrapaturistas.